sábado, 20 de junio de 2009

Carta

Querida Prima;

Me complace anunciarle que por fortuna hemos finalizado los preparativos, para el que sin duda alguna será el acontecimiento del año. Celebraremos el comienzo de la de la temporada de caza en la residencia de verano de la familia. Se que pensará que aún faltan cuatro semanas, más la escribo con tanta premura para que en cuanto reciba esta carta salga en busca de las mejores telas y así Doña Concha, la modista, le confeccione un hermoso vestido que realce su belleza y figura. Seguramente lo lucirá con más gracia que cualquiera de las que acudan a la recepción, será la envidia de todas las señoronas y fruto de todos los comentarios. Se que le gusta escandalizarlas tanto como a mi misma, ¡será tan divertido!. En cierto modo me mueve la compasión, que sería de sus meriendas si nosotras no les diéramos motivos para el cuchicheo.

He hecho uso de todas mis influencias para que le lleguen invitaciones a todas las personalidades de la ciudad y le alegrará saber que un buen número de ellas han confirmado su asistencia.

De otra parte, le diré que tanto ajetreo me dejará varias jornadas en las que no dedicaré el día a ninguna otra actividad que no sea descanso y en todo caso un poco de lectura para amenizar las horas que tendré que pasar en cama. Ya sabe que este asma no me permite muchos excesos y a pesar de que mi amado Alberto ha puesto a mi disposición todo lo que ha estado en su mano, hoy mismo ha tenido que mandar aviso a Don Ramón que después de hacerme un chequeo completo me ha ordenado guardar cama, con estas palabras “si es su deseo ser una buena anfitriona, debe usted guardar absoluto reposo hasta que llegue el acontecimiento”. Parece ser que la naturaleza me racionaliza las travesuras que tanto me entretienen y que son lo único que me saca del tedio de esta vida de retiro con mi querido esposo.

Así que le advierto que en cierto grado agradezco el reposo, pues en verdad lo necesito, la demora de la nueva porcelana de importación italiana, no me ha permitido conciliar el sueño las tres últimas veladas. Mil y una vueltas he dado en la cama con la dichosa porcelana en los pensamientos, con la certeza de que si no pudiera contar con ella perdería fuerza y la mesa no tendría el efecto que deseo provocar en las damas de la asociación. Hasta el pobre Alberto ha sufrido las consecuencias y tras el segunda noche sin sueño ha pedido a la querida Encarna que le preparase la alcoba del final del pasillo.

Si es de su agrado puede adelantarse unos días, así disfrutaremos de su compañía y podremos volver a hacernos confidencias antes de que recibamos a los invitados. Espero impaciente la fecha para verla de nuevo y disfrutar juntas de la celebración como lo hacíamos antes de que su amado esposo se obstinara con cambiar vuestra residencia y fijarla de forma definitiva en Cotton Hill.

Sinceramente,

Su prima que la añora.

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